Desde buen principio, durante las reuniones del RollerCoaster Team, quedó claro que nuestra intención en todo momento sería la de visitar tanto SixFlags Great Adventure como Cedar Point y hacerlo a través de visitas intensivas, de varios o más días de duración.
A lo largo que fuimos planeando el diario del viaje, dejamos bien claro en concreto al parque de New Jersey le dedicaríamos tres jornadas, para poder visitar cada uno de sus rincones con total tranquilidad y en previsión de encontrarnos con un attendance elevado.
Hoy, en Bloggercoaster, analizaré el segundo día que pasamos en este parque, cuna de numerosas coasters conocidas mundialmente, alguna de las cuales hoy me encargaré de narraros al detalle.
Como ya me encargué de comentaros en el anterior capítulo, Raúl había llegado a EEUU justo la tarde anterior, por lo que este día iba a ser su primero de estreno y debería cumplir alguno de los pasos que nosotros cumplimos el día anterior.
Así pues, tras recorrer los 60 kilómetros que nos separaban de uno de los grandes templos de los credits, llegamos al parking de SixFlags Great Adventure dispuestos a cumplimentar todo lo necesario para que Raúl tuviera su propio pase anual de SixFlags.
En apenas unos minutos podíamos decir oficialmente que el RollerCoaster Team estaba listo para empezar el día ya que ahora éramos cuatro los afortunados visitantes. Tras hacernos las fotos de rigor, decidimos pasar por el arco de tornos.
En este punto es donde existe la opción de acceder al parque con el ticket regular de una sola jornada o con la tarjeta personalizada perteneciente al pase anual (es un buen detalle si lo que quieres es ahorrar colas). Deberéis localizar señales similares a estas:
Parque lleno y vuelo en Superman
Lo primero que pudimos percibir prácticamente antes de acceder al parque, es que la cantidad de gente que asistía al parque, lejos de nuestras previsiones, se había incrementado respecto al día anterior. Por lo que queda claro que, al menos durante nuestra visita, el lunes estaba el recinto más lleno que el domingo, inaudito.
Debido a que nos quedaban por delante dos jornadas y que el día anterior no nos pudimos quitar de encima estos credits, decidimos que encararíamos la visita empezando por la zona que no visitamos la jornada anterior: la que conforman la novísima Green Lantern y Superman: Ultimate Flight, uno de los rincones más pintorescos del parque ya que se unen en perfecta harmonía dos B&M estéticamente preciosas.
No dejamos de comprobar constantemente como todo, las colas, los edificios, los senderos y las plazas estaban cada vez más repletas de gente, por lo que al llegar frente a Superman nos dimos cuenta de que no sería tan sencillo probar nuestro primer pretzel-loop.
Lo cierto es que el hype que genera en todo entusiasta de las coasters el poder probar una flying de B&M es, en este caso, del todo exagerado. Pero no adelantaré hechos. Lo primero que hicimos fue adentrarnos en un alargado, metálico y oscuro túnel dominado en todo momento por señales colgadas en la pared que hacían evidente el lugar a donde estábamos accediendo.
Tras unos 30 metros la luz del día volvió a brillar y esta vez nos mostró en todo su esplendor la hechizante flying coaster, un prodigio de la ingeniería humana que ofrece a sus visitantes varios de los ingredientes indispensables para hacer apetecible una máquina de este tipo: altura, velocidad, adrenalina, etc.
Pese a que siempre que hablamos de una flying el sólo hecho de poder montar en sus trenes ya se convierte en un deseo, lo cierto es que en esta ocasión sólo 1 de nosotros montaría en este modelo por primera vez (Raúl) ya que los demás habíamos podido montar dos años antes en Air, de Alton Towers. Debíamos tachar de la lista, pues, este factor de hype.
Nuestro objetivo en este caso era muy claro: riddear nuestro primer y único pretzel loop. Para los que no estéis familiarizados con el concepto, el pretzel loop constituye una unión de inversiones minuciosamente estudiadas y diseñadas para ofrecer el máximo número de fuerzas verticales positivas en un cuerpo humano. Dicha unión crea un loop con forma de nudo que, curiosamente, recuerda a los pretzel, el snack dulce o salado que podemos incluso encontrar a día de hoy en cualquier supermercado y que en EEUU, como os comenté en la entrada de Manhattan, se cocinan en tamaño gigante para ser ingeridos calientes.
Dicho esto, está claro que lo único que le añade interés a esta coaster es este elemento, el pretzel-loop. El resto es una maraña de curvas sin sentido repletas de puntos muertos (algo a lo que B&M está peligrosamente acostumbrada) y que hacen que todo se convierta más en un leve paseo que en una intensa experiencia.
¿Y el protagonista del layout? Pues doloroso, ciertamente, doloroso. Más que doloroso, quizás, la palabra clave en este punto sería duro. Las fuerzas G que se experimentan en este punto son extremas, suaves en el encabezamiento, pero que van subiendo progresivamente hasta el punto más bajo (justo cuando pasas a estar completamente invertido) hasta el punto en que no puedes respirar y te sientes totalmente oprimido contra el suelo.
En este punto empieza lo peor, ya que el tren (y los cuerpos que van incrustados en él), deben recuperar de nuevo la horizontalidad correcta, por lo que la presión es máxima hasta que, cuando crees que todo se va a desvanecer, despiertas de esta pesadilla y vuelves a estar en la dirección correcta. Acabas de pasar un pretzel-loop y de lo que menos consciente eres es de que sigues montado en la coaster.
La única pincelada destacada de este credit, el único bocado que te deja con mejor sabor de boca, es el in-line que nos encontramos justo antes de llegar a la recta de brakes. Uno ahí descubre que B&M, igual que pasó con los zero-g de las invertidas, ha encontrado el elemento con el perfecto equilibrio y que, suavemente, te hace volver a pensar en que estás en una genuina Bolliger & Mabillard.
El infierno verde
Tras pasar no más de 10 minutos debatiendo sobre nuestro estado de shock tras probar Superman: Ultimate Flight, decidir precipitadamente que no ocuparía los primeros puestos de la lista y adquirir el photo-ride de rigor, fijamos nuestro próximo objetivo nada más salir de la tienda de la flying: Green Lantern.
Y es que no hay más de 50 metros de distancia entre la salida de una y la entrada de la otra, por lo que el atracón de coasters de calidad que se puede pegar uno en este punto es de órdago.
De Green Lantern apenas voy a comentar nada más de lo que ya hice en su día aquí mismo en Bloggercoaster, únicamente comentaré aspectos que quedaron pendientes de nombrar en su día.
Por ejemplo: la cola más larga y sufrida de todo el viaje tuvo lugar aquí, sin más. En Superman habíamos estado haciendo hora y media larga de cola, siempre combinando el naciente sol del nuevo día con la generosa ayuda de los toldos protectores que, pese a no ser muchos, sí que son los necesarios.
Pero el problema de Green Lantern es que su factura es demasiado reciente y, quizás a modo irónico, lo único que puede defender vuestras cabezas y brazos de sufrir una lenta y agónica insolación son un par de aspersores de agua que, dicho sea de paso, tampoco es que cumplan esta función con éxito.
Entrábamos de lleno en el mediodía cálido de la costa este y el sol bañaba amenazador nuestras indefensas cabezas, por lo que en varios tramos de las colas pudimos adivinar que por muy buena que fuese la coaster íbamos a quedar bastante tocados de tanto rato de exposición (más teniendo en cuenta que nuestra protección era prácticamente nula a excepción de Javi, cuya cabeza iba correctamente ataviada con un pintoresco sombrero).
Otro aspecto importante a comentar es el de las taquillas de SixFlags, un negocio realmente lucrativo con el que el parque gana, creedme, mucho dinero.
El sistema es el siguiente: bajo ningún concepto se puede riddear una coaster portando encima una mochila, bolsa, bolso, bandolera, etc. Tampoco existen armarios en las estaciones de carga que permitan dejar nuestras cosas antes de subir a la coaster. La única excepción en este caso (y fue mi triunfo personal) era llevar riñonera, esta pequeña bolsa con cremalleras que se puede uno poner en la cintura. A excepción de El Toro, todas las demás coasters permiten acceder a ellas con riñonera.
¿Y si llevamos mochilas o bolsas? Pues toca pasar por las consignas. La práctica totalidad de coasters presentan, cerca de su entrada, unas consignas cubiertas por toldos y con un sencillo sistema que permitirá que podamos montar en nuestro credit deseado. Dicho sistema consiste en meter 1 dólar en forma de dos monedas de 50 centavos en una máquina expendedora de tickets, una vez tenemos nuestro ticket, se nos abre una puertecita automáticamente y allí podemos meter todas nuestras pertenencias (hay bastante espacio, por lo que sí, podéis repartir varias mochilas por consigna para ahorrar dinero).
Luego hay que conservar bien el ticket, ya que pasándolo por un lector de códigos de barras podremos recuperar nuestras cosas una vez volvamos a las consignas.
¿Y dónde está el negocio? Porque por esta regla de tres podríamos meter a primera hora del día todo en las consignas y disfrutar durante todo el día de cuantas coasters quisiéramos. Pero no. A continuación os nombro los puntos donde se desmonta vuestra idea:
1) El dinero no es retornable, por lo que ese dólar se lo queda SixFlags.
2) El sistema de consignas tiene un tiempo límite de 2 horas. Al cabo de 2 horas un operario retirará tus cosas y pasarán a formar parte del parque, por lo que imagino que el papeleo para recuperarlas será costoso económicamente.
Así pues, el negocio es redondo, a no ser que vayas con una riñonera que (casualidades de la vida) puedes encontrar a la venta en absolutamente todas las tiendas del parque. ¿He oído el clásico sonido de la campanilla de la máquina registradora? Bingo.
Cerrando este pequeño inciso, salimos de la coaster algo decepcionados, el debate de nuevo volvió a ser el mismo: ¿merecía tanto la pena haber hecho más de 3 horas de colas en total para 2 credits tan poco prometedores?
Tiempo de descanso
Tanto Superman como Green Lantern se sitúan en una gran plaza asfaltada que representa otro brazo de la enorme extensión total del alargado parque. En este mismo brazo asfaltado encontramos también dos rides: Parachute Training Center y The Twister.
De la primera poco os puedo comentar ya que la carga de la misma era terriblemente lenta y ofrecía unas colas bastante desesperantes, por lo que decidimos ahorrarnos la espera. En base viene a ser el mismo concepto de los parachutes de Disneyland Park París, solo que en esta ocasión multiplica su altura por 3, llegando a suponer una cantidad de metros bastante respetables.
De la segunda, The Twister, ¿qué podemos decir de un top-spin que no hayamos dicho ya antes? El ciclo es el de 4 inversiones, siendo estas bastante seguidas e insípidas, por lo que tampoco es que presente una duración excesiva y se hace bastante pasable. Gana muchos puntos la animación de los ride-ops (aspecto remarcable en absolutamente todas las coasters y rides de este parque) y el hecho de que toda la ride esté completamente tematizada, algo de agradecer cuando la mayoría de los top-spins que tenemos en España vienen pintados de fábrica con colores planos.
Apenados por haber perdido tanto tiempo, decidimos invertirlo en comer, siendo la prioridad de nuestros hambrientos estómagos. Nuestra elección en esta ocasión fue una pizzeria, debido a que el día anterior habíamos "degustado" las hamburguesas de Johny Rockets. Para ello acudimos al Wildside Pizza, bajo la franquicia Famiglia, otra de estas cadenas de restaurantes totalmente desconocidos para nosotros pero que en EEUU vendría a ser algo así como un Pizza Hut.
Tras varios problemas con la gestión de los restaurantes que nos hicieron perder unos valiosos minutos, pudimos disfrutar por fin del sabor de una gran pizza que llenó placenteramente nuestros estómagos. La digestión de la misma duró más bien poco, pudimos admirar varios tramos del Boardwalk (la zona de paso entre el Maint Street y The Goldem Kingdom), decorado con tradicionales casetas de feria que me recordaron bastante a la feria que contiene PortAventura en Far West.
La reina de la velocidad
Después de disfrutar de un par de cigarros (los fumadores) y de poder cargar el buche de agua (los no-fumadores) encaramos el camino hacia nuestro siguiente objetivo. Algunos la habíamos probado el día anterior y otros, en este caso otro, debían notar sus efectos por primera ocasión en todo el viaje, me refiero cómo no a Kingda Ka.
Ya os relaté en la anterior entrada las sensaciones vividas en la primera ocasión en esta magnífica coaster/experiencia, por lo que hoy me voy a fijar en explicaros varios detalles que rodean la anécdota de montar en esta bestia verde y amarilla.
Lo primero es que antes de acceder a ella por el sinuoso camino rodeado de jungla y bambú nos cruzamos con Splash Water Oasis, una pequeña zona acuática pensada para los más peques y que contiene multitud de chorros, toboganes, estructuras y tubos repletos de fresca agua. No hace falta decir que en algunos momentos del día se llegaba a ver un auténtico over-booking de niños dentro de esta diminuta área.
Vale la pena también nombrar la gestión que hacen en esta coaster del factor "calor" y "Sol". Posiblemente para evitar la insolación que sí se sufre en otros puntos del parque, Six Flags diseñó cuidadosamente todas las infraestructuras que rodean a esta coaster, por lo que, como podréis ver en la siguiente foto, en muchos rincones de los caminos los postes que sostienen la señalización están decorados con generosos ventiladores que, a su vez, disparan chorros de vaporizadores de agua. Por lo que no sólo airean, sino que también refrescan.
Os puedo asegurar que pasar por delante de uno de estos ventiladores es una auténtica bendición.
Mucha gente se pregunta, al ver tantos y tantos videos y fotografías de Kingda Ka, cómo serán sus colas. Bien, os puedo asegurar que he visto decenas de colas de coasters infinitamente mejor diseñadas que estas, no sólo por el hecho de que tampoco es una cola excesivamente larga, sino porque no presenta ningún edificio destacable, ni siquiera ningún elemento de theming digno de mención.
La auténtica distracción de las colas de este coloso de la velocidad, es el no parar de ver como disparan uno tras otro los trenes de la coaster a velocidades de vértigo. Aunque eso sí, se agradece el hecho de que encontremos en cada esquina del laberinto de colas ventiladores con vaporizadores de agua, como podéis ver en la fotografía.
Finalmente, lejos de la tendencia de idolatrar y subrayar una y otra vez los factores sorprendentes de esta coaster, en esta ocasión prefiero dejaros con una imagen que, como se suele decir, vale más que mil palabras. Fijaos la expresión de ambos justo en el momento del photoride, al salir disparados en Kingda Ka:
El adiós a un duro día
El sol empezaba ya a ocultarse y las últimas horas del día empezaban a desvanecerse para convertirse en la oscura noche. Antes de decidir pasar por atención al cliente para buscar nuestros photorides (servicio totalmente gratuito que ofrece el parque a sus clientes) o de pasar por las tiendas del parque para aprovisionarnos de merchandising vario, decidimos echar un vistazo a la cuenta pendiente que todos teníamos ese día (y que arrastrábamos ya durante dos días seguidos): montar en El Toro.
Y es que la woodie, por una cosa o por otra, se nos fue resistiendo hasta llegar este momento, en el cual comprobamos horrorizados como las colas ya estaban cerradas y no se podía acceder a ella. Otro día más deberíamos esperar para montar esta joya de Intamin (y estad tranquilos y tranquilas, os calmaré si os digo que al día siguiente se montó de sobras).
Hecho esto, sólo nos quedaba encarar el camino hasta el parking, despidiéndonos de este enorme parque, aunque sólo hasta el siguiente día, con nuestra tercera jornada seguida de visita.
Kilómetros de vuelta al Comfort Inn Edison, nuestra segunda casa en esos días, con decenas de anécdotas, apuntes, comentarios y demás, donde pudimos sacar conclusiones de las experiencias vividas durante el día.
De lo grande y espectacular que es la sensación de Kingda Ka y de que Superman y Green Lantern sí, son dos B&M's, pero no serían el ejemplo a seguir en la excelencia de la empresa suiza.
Lo que sí quedó claro, en las últimas conversaciones de la noche sentados alrededor de una mesa del Applebees, fue que al día siguiente acabaríamos de quemar todos los cartuchos, realizando la visita más exhaustiva del parque y montando en lo que nos quedaba por descubrir, que no era poco.
Y de regalo: ¡insolaciones para todos! Gracias Green Lantern...
*****
Y hasta aquí el relato de nuestro segundo día en SixFlags Great Adventure. Un relato un tanto insípido por la cantidad de experiencias vividas, pero la verdad es que tanto la cantidad de gente que poblaba el parque como las largas y eternas colas de las dos B&M's nos hicieron perder muchos y valiosísimos minutos del día.
No me equivoco si os digo que la siguiente parte de esta saga probablemente sea la más poblada en cuanto a cantidad de datos y fotografías ya que montamos en prácticamente todo y el attendance fue bastante más agradecido, así que os animo a que en esta corta espera podáis leer las partes anteriores que publiqué días atrás:
- EEUU: La ruta de los 50 credits.
- Diario de viaje - EEUU (día 1)
- Diario de viaje - EEUU (día 2)
- Diario de viaje - EEUU (día 3)
Como siempre genial entrada Jivo!! espero con ansias la parte 5 del viaje!! ;)
ResponderEliminarPD: me encanta la foto on-ride de Green Lantern!! :)
Me encanta que pongas dos de mis mejores fotos del viaje: la cara desfigurada de kingda ka y la quemadura de brazo de mi primer dia... Menos mal que compramos crema, porque si no ese brazo rojizo habria sido la menor de nuestras preocupaciones...
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