Si cuando empecé a viajar y a conocer parques me hubiesen dicho que acabaría en el lugar que hoy os relataré, probablemente hubiera alucinado y no me lo creería, pero lo cierto es que la lucha y persistencia, en cuestión de parques, te lleva a rincones totalmente alejados y a maravillas como la que os presento hoy en esta entrada.
Se trata de Leap the Dips, una coaster que no os proporcionará la velocidad más alta de la historia, tampoco es la que os ofrece las alturas más vertiginosas, ni siquiera encontraréis en ella ninguna inversión o elemento interesante. Pero sólo os daré un dato: es la coaster operativa más antigua del mundo, tiene 110 años y hoy, en Bloggercoaster, la voy a analizar para vosotros y vosotras.
Lakemont Park es un parque muy remoto, quizás jamás en la vida acabaréis en él ni siquiera haciendo un tour por EEUU ya que el acceso a sus terrenos es difícil y os tenéis que desviar de absolutamente cualquier ruta que comprenda los grandes y conocidos parques americanos.
Vista general de estación, lift y parte del layout de Leap the Deaps. A la izquierda la entrada.
Pero teniendo en cuenta esto, Lakemont Park ofrece una joya que difícilmente os podrá ofrecer cualquier otro parque: Leap the Dips.
Su construcción en 1901 a cargo de Edward Joy Morris y los distintos obreros de Altoona, el pueblo más cercano al parque, supuso un ingrediente más para convertir a Lakemont Park en un parque de renombre, conocido en los alrededores y con una vida próspera, debido también a la región (bañada por silvestres ríos y valles verdes) y a la naturaleza que envuelve de bosques y parques naturales esta zona.
La coaster, construida totalmente de madera, fue viendo como el paso de los años seguía y conseguía superar obstáculos que, normalmente, suelen entorpecer la evolución de este tipo de estructuras: el relevo generacional hacia woodies más altas o complejas, la crisis estadounidense de 1929, las malas temporadas tras la hambruna, el declive de los parques de atracciones, la hegemonía de los temáticos frente a los más tradicionales, la incursión del poderoso acero o las nuevas tecnologías de ocio.
El ticket que te facilitan al pagar los 2,50$ es el mejor souvenir posible
En 1985 un incendio azotó la base de Leap the Dips y parte del track fue pasto de las enfurecidas llamas, que también acabaron con parte de su estación y con algunas rides que había alrededor, dejando únicamente el lift y los dos laterales en pie.
Lakemont Park decidió entonces que su joya, largamente mantenida, debía reposar. Pero antes de hacerlo, evitó por completo su derrumbe y decidió conservar la estructura tal cual, para mantenerla como un monumento a las coasters más antiguas, las que vieron crecer generación tras generación.
En 1996 la ACE (American Coasters Enthusiasts), la mayor asociación de conservadores, amantes y protectores de la cultura de las coasters y los parques en EEUU, decidió invertir donaciones privadas y crear un fondo de conservación y re-estructuración de la coaster. En pocas palabras: reunieron el dinero suficiente para poder remodelar y volver a resucitar Leap the Dips.
Yeah! ¡Bloggercoaster ha riddeado Leap the Dips!
El primer paso de esta remodelación fue otorgar la condecoración como monumento nacional, equiparando esta estructura al Golden Gate, la Estatua de la Libertad o el Gran Cañón del Colorado.
En 1999, tres años después y tras una reconstrucción de parte del trazado de los raíles, una substitución de la cubierta de vías (dilatada y oxidada por entonces), un repintado con los colores originales y una limpieza del entorno permitieron volver a poner en marcha una vez más la cadena del lift de Leap the Dips. La madre de las coasters había vuelto a la vida.
Hoy, 2012 y 110 años después, Leap the Dips sigue funcionando plenamente, ofreciendo la posibilidad de riddearla pagando un ticket único que te transporta, por apenas 2,50$, al recorrido de madera más antiguo del mundo que ha visto pasar a través de sus vías miles y miles de personas de todo el mundo desde hace más de un siglo. Un buen pedazo de historia que vale la pena probar.
Una experiencia totalmente diferente
Como normalmente hago con los análisis de coasters, os voy a colocar antes de nada un point-of-view de este credit para que sepáis exactamente, tramo a tramo, cuál es el recorrido de esta anciana woodie (y siempre gracias a Youtube):
Para empezar la primera característica chocante de esta coaster es la estación, que carece totalmente de pasillos de colas por lo que consiste únicamente en adquirir tu billete en una caseta situada dentro de la misma estación (que hace la vez de tienda de merchandise variado) y posteriormente acceder, mediante unas escaleras pequeñas de madera, a la base de la estación donde descansa tu vagón esperando tu turno.
El edificio de tickets (al fondo) junto a las escaleras que dan acceso a la estación de carga.
Presentas el ticket al ride-op, te acomodas (porque los asientos son realmente acolchonados, nada de plástico duro), te colocan la lap-bar, que sirve más para aguantarte en la vibración que no para evitar que salgas volando, y acto seguido el ride-op libera el tren de los frenos de fricción lateral y lo empuja en dirección a la primera curva que empalma con el lift.
La visión desde este punto del lift es espeluznante: cadena gruesa, track totalmente desviado y deformado por el paso del tiempo, madera con aspecto de resquebrajarse en cualquier momento y un curioso sistema de anti-rollbacks (si os fijáis, a lado y lado del lift veréis unas barras de madera, esas barras permiten que el tren avance, pero en caso de retroceder se bloquean, por lo que nunca puedes ir hacia atrás. Ese es el anti-rollback.
El inicio del track ya muestra la oxidación y decadencia de la vieja madera oldschool
Lo más curioso del tema es que en este punto, debido al choque de estas barras giratorias con el tren, se describe un sonido mezcla del "clac-clac-clac" de las clásicas woodies sumado al "clonc-clonc-clonc" de las maderas chocando y volviendo a su posición normal tras el paso del vagón. Imposible de oir este sonido en cualquier otra parte del mundo, tomad nota.
Llegados al punto más alto del lift, pasamos por debajo de la caseta de cumbre, la cadena nos suelta y, tras un pequeño salto, empezamos a experimentar la auténtica esencia oldschool.
Justo aquí os invito a que hagáis un ejercicio práctico para saber cómo se oyen los gritos cuando uno riddea algo así. Os podéis sentar, poned la espalda recta, coged aire y pronunciad, sin parar, una larga "OOOOO..." y acto seguido golpead con un ritmo pausado pero continuo el pecho. Es justo así como uno va montado en este vagón tras el lift.
Los "golpes" que experimenta el tren son debidos a 2 ingredientes: 1) las maderas de fricción lateral, en cada unión, están separadas debido a la dilatación del hierro con las altas temperaturas y 2) la transición entre cada tramo de vía hace que en la parte donde la madera tiene un soporte la altura esté sostenida, pero en la parte donde la vía carece de soporte se "hunde" formando un pequeño valle. De manera que da la sensación de que el tren vaya, continuamente, sobre un campo de baches con un ritmo continuo.
Es algo así como la mezcla entre bajar unas escaleras con bicicleta y estar montado en una barca en un día tranquilo. Raro, ¿verdad?
La coaster se desarrolla en tres niveles de altura diferentes formando la figura del 8
Tras superar la amplia y lenta primera curva a la izquierda nos adentramos en el primer mini-drop del recorrido. Hay que recordar en este punto que las coasters de antaño, como es lógico, no podían experimentar grandes drops ni bajadas pronunciadas, por lo que Leap the Dips NO es una coaster veloz ni intensa. Lo único que encontraremos son grandes curvas y unos pequeños valles en los tramos centrales que nos ofrecerán un poco más de velocidad, pero sin ningún momento llegando a hacernos pensar que estamos descontrolados. Ni mucho menos.
Tras el primer valle nos desplazamos hacia otra amplia curva a la derecha, que superaremos con algo más de velocidad esta vez. Empalmamos con un tramo que atraviesa en diagonal el layout y volvemos a experimentar otro mini-drop (esta vez pasando justo por debajo del primer valle). Tramo de recta totalmente aleatorio y, habiendo salvado unos 3 metros de altura, nos introducimos en el mismo recorrido de la primera curva amplia a la izquierda.
En las curvas experimentaremos las incómodas transiciones entre tramo y tramo de vía
La velocidad se incrementa poco a poco, así que esta vez llegamos algo más rápidos a la diagonal que nos permite experimentar el drop más intenso, seguido de una pequeña y casi imperceptible colina/valle. Volvemos a conectar mediante curva hacia a la derecha, volvemos a encararnos en diagonal, pasamos otro pequeño valle y nos elevamos para ser conducidos a la última curva a la izquierda.
Este es el último tramo en diagonal, sólo que esta vez hay dos ondulaciones, pasando la segunda por una pequeña irregularidad del terreno que permite alcanzar el punto más bajo de la coaster ( 13 metros desde el punto más elevado del lift).
Estas señoras disfrutan a sus (muy) anchas de Leap the Dips. ¡Apta para todos los públicos!
Entramos tras estos elementos en el tramo final del layout, donde somos frenados por fricción a lo largo de una hermosa pasarela cubierta de madera que nos conducirá directamente a la estación mediante una pequeña curva a la izquierda.
Algunos datos de interés...
Nombre: Leap the Dips
Parque: Lakemont Park (EEUU)
Fabricante: E. Joy Morris Company
Tipo: woodie sit-down
Edad: 110 años
Recolocada: no.
Color: soportes blancos, vías sin pintar (madera), footers de cemento visto.
Altura máxima: 13 m.
Recorrido: 442,6 m.
Velocidad máxima: 40 km/h
Trenes: 7 trenes con 2 filas por tren y 2 asientos por fila con lapbar delantero (en la fila trasera únicamente se permanece sentado).
Theming: no.
Experiencia sin igual
Dejando claro una y otra vez que riddear Leap the Dips no es como riddear cualquier coaster que nos podamos encontrar hoy en día, poder montar en vagones de este tipo, con semejante libertad y con la sensación de que en cualquier momento la estructura se puede desmoronar con nosotros montados en ella es inigualable.
El traqueteo, la vibración convertida en golpeo constante, el ruido, la fricción con los laterales, el aire pasando a través de todas las partes de tu cuerpo y la nostalgia que se siente al recorrer metro a metro este sencillo layout, convierten a esta coaster en toda una experiencia inigualable, con cierta reminiscencia a la vivida en las coasters de Blackpool Pleasure Beach, aunque de una manera totalmente maximizada.
El transfer de la coaster, situado en la estación, es totalmente manual
Una cosa sí que quiero dejar clara: no es incómoda. Obviando lo que he dicho en el anterior párrafo, si tenemos en cuenta su edad y su trayectoria, Leap the Dips no es para nada incómoda, es más, se deja riddear bastante y se llega incluso a disfrutar, pese a no ser por lógica el estándar en cuestión de coasters.
Y ya por último, como apunte personal, me gustaría resaltar el hecho de que pocas veces en la vida he podido disfrutar de una coaster con la tranquilidad con la que disfruté esta. Me explico: normalmente cuando se visita un parque, sea el que sea, la prioridad de la carga y descarga constante de ciclos hace que el tiempo para sentarte en tu asiento y el tiempo para abandonar el tren y salir de la estación esté, prácticamente, calculado con cronómetro. En ocasiones, con colas de 1 o 2 horas, la sensación es de que tú eres un número más de una larga lista de números que, al final del día, diagnosticarán si la coaster es o no efectiva o si permite un attendance fluido.
El skyline de Leap the Dips no es muy alto, pero vale la pena contemplarlo en la lejanía.
En este caso no. Leap the Dips es la tranquilidad hecha coaster. El mero hecho de adquirir un ticket sólo para ella, recordándote cuán vieja es y la vida que lleva recorrida, ya te hace tomarte el recorrido que hay de esta paradita al vagón con una tranquilidad totalmente irreconocible. Entregas el ticket, quizás hablas con el ride-op (si tiene buen humor ese día), alguna pequeña broma, arranca y luego, cuando regresas a estación más de lo mismo. Con tranquilidad y parsimonia abandonas el asiento, saludas al ride-op y te despides, agradecido de que te haya permitido montar en algo tan histórico.
Nadie está esperando tras la puerta para montar, no hay prisas, no hay tiempo. Exagerando un poco e imaginando que pudiéramos, se podría incluso asimilar el hecho de que casi sin levantarnos del asiento nos sirvieran un café y nos lo tomáramos en homenaje a Leap the Lips, a la salud del algo más de un minuto que nos ha brindado de placer su recorrido.
Sonará freak, pero riddear este credit para mi fue una experiencia casi mística.
*****
Con la emoción a flor de piel pongo la firma final a una entrada que me ha reportado buenísimos recuerdos y añoranzas. El viaje a EEUU del año pasado fue muy descomunal (de hecho, va creciendo conforme nos distancia el tiempo día a día) y experiencias como esta son las que enriquecieron tantísimo las jornadas en tierras estadounidenses.
No os preocupéis porque, si no calculo mal, esta misma semana podríais volver a tener una generosa ración de reportaje con el RollerCoaster Team 2011, esta vez en el parque Lakemont Park. Así que os podré explicar el resto de ingredientes que formaron un día tan especial como este.
Estad atentos y atentas a Bloggercoaster, porque mañana martes tendré algo que contaros, un secreto a voces que, probablemente, os gustará saber en su totalidad...
Hablando de tranquilidad, recuerdo que el Ride-Op nos hizo un auténtico book fotográfico, algo imposible en cualquier otra circunstancia. Tengo muy buen recuerdo de esta coaster, ojo como botaba cuando llegabas a un valle... :P
ResponderEliminarGenial entrada. Siempre me ha parecido entrañable esta montaña rusa y, si algún día tengo la posiblidad, intentaré acercarme al parque solo por rendir homenaje a este pedazo de historia de las montañas rusas.
ResponderEliminarSin Leap the Dips o tantas otras no podríamos disfrutar de las maravillas de la ingeniería moderna. Además, por muy alto, rápido y largo que sea un recorrido, Leap the Dips es casi la forma de coaster en esencia (porque es de lo que en definitiva se trata una coaster; caídas, curvas, algo de velocidad y el traqueteo de un lift).
Por cierto, RCDB dice que tenía 7 trenes; antaño, será ¿no? Porque yo solo he visto uno en funcionamiento (y no me parece extraño dado el trote que lleva a sus espaldas, la coaster).
Y los tiene, fíjate en la foto del transfer (la penúltima) se ven unas cocheras. cubiertas con compartimentos. Ahí estaban los demás vagones, algunos polvorientos y medio desmontados ya que en realidad operan con 3 en capacidad máxima y 1 normalmente. Pero haber hay 7...
ResponderEliminarRealmente era una buena coaster... No intensa, pero si para iniciarse. La experiencia es indescriptible.
ResponderEliminarA ver si algun fabricante se anima a realizar adaptaciones en acero del layout, porque como coaster familiar seria un bombazo.
Y yo que me parece que lo más viejo que he montado es la antigua "muntanya russa" del tibidabo jajaj esta se lleva la palma y encima woodie!
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