El splash cubierto de Duinrell
La entrada de hoy, lejos de ser una entrada más sobre el particular análisis a un elemento mediante una fotografía, podría ser más bien una versión extendida de ese concepto ya que no os traigo una, sino tres fotografías que explican un elemento en común.
En alguna ocasión os he hablado de
Duinrell, un particular y bastante pintoresco parque holandés situado a escasos kilómetros de
La Haya (Den Haag), ciudad de sobras conocida por ser una de las sedes de la ONU. En
Duinrell encontramos un buen puñado de rides de corte muy característico y con un hilo conductor bastante gráfico: la mayoría de ellas están tematizadas en la madera y en lo rural.
Pero aparte de esta característica única,
Duinrell esconde una joya poco conocida para los aficionados a parques y que sin duda causa sorpresa cuando uno se la encuentra. Hablo de
Splash, que como no podría ser de otra forma es eso, un splash, es decir, la clásica ride en la que un enorme bote con asientos a modo de vagón se desliza por canales a distintas alturas con uno o varios drops que acaban en un pequeño lago o estanque, haciendo que la barca describa un enorme y sonoro
"splash" en el que los pasajeros de dicha embarcación pueden (o no) quedar completamente empapados.
El
Splash de
Duinrell describe un circuito de lo más sencillo en forma de óvalo en el que la barca sale de la estación para entrar directamente en un lift de cinta transportadora y una vez adquiere una altura de unos 15 metros describe una curva con cambio de dirección a 90º para entrar rápidamente en un inclinado y poderoso drop que la hace chocar directamente contra un estanque situado en la parte baja, rodeado de un puente acristalado que permite ver el espectáculo a resguardo. De ahí hace un apacible paseo en curva por el estanque hasta volver de nuevo a la estación de carga. Sin complicaciones.
Lo realmente distinto y curioso de este
Splash reside en las barcas. Ninguna de las 2 embarcaciones es normal y ofrece cada una algo que la hace única. Una de ellas está totalmente cubierta por una capota de metacrilato reforzado con acero que hace que el viajero tenga la sensación de que la salpicadura colosal y espumosa va hacia él directamente, pero finalmente queda resguardado y totalmente seco.
La otra barca ofrece una especie de mantas hechas con tejido de malla plástica marrón (parecido al de las carpas de circo, por ejemplo) que ofrece resguardo térmico y protege, como buenamente puede, de la incursión de las frías aguas en nuestro indefenso cuerpo.
Tanto una como otra son dignas de ser vistas y probadas, aunque en mi visita en 2010 al parque me decidí por la cubierta (en las colas hay una división final que te permite elegir en qué barca quieres montar). El sistema es muy sencillo: unos hidráulicos elevan la mitad de la estructura de transparente metacrilato para permitir acceder a la barca a los pasajeros (ver fotografía). Una vez dentro se cierra herméticamente y la barca hace su recorrido. Cuando éste finaliza y la embarcación llega a la estación, se abre la otra mitad y los pasajeros salen por el lado contrario que les conducirá al puente para observar el icónico splash final del siguiente ciclo.
La casualidad, la falta de mantenimiento o el paso de los años ha hecho, sin embargo, que pese a que toda la barca esté cubierta de plástico transparente, las junturas entre pieza y pieza no sean del todo herméticas, por lo que (por experiencia propia) no nos podemos fiar de que el compartimento sea 100% estanco. En mi caso pude notar la fría e incómoda presencia de algunas gotas de agua en mi cabeza que me sorprendieron de mala manera.
Sin duda, una manera diferente de experimentar los clásicos splash y una muy buena forma de sacarle partido en épocas de menor bonanza meteorológica o de temperaturas sensiblemente inferiores. Tomen nota parques que cierran sus rides acuáticas cuando empieza a refrescar...
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