La ride Komet de Funny-World
Es una tarea pendiente desde hace mucho tiempo, tarde o temprano os acabaré analizando a fondo Funny-World, en Kappel (Alemania). Este diminuto parque de atracciones es conocido por estar a apenas un par de kilómetros de Europa Park pero también lo es por el hecho de que la inmensa mayoría de sus rides (incluidos credits) son de gestión automática, es decir, no requieren la presencia de ride-ops y es el propio cliente el que activa a su gusto las rides para que funcionen. Hay de todo: tirolinas, rides de paseo (caballos y coches), coasters tipo butterfly, carrousels, flume y un sinfín de pequeñas rides de curiosos mecanismos, pero la premisa es siempre la misma: el visitante es el que manda.
Y tal que así es como nos encontramos con Komet, una ride mecánica con motor incorporado que, para variar, también es autogestionada por el visitante. Digamos que vendría a ser una mezcla de un barco pirata de toda la vida pero con el mecanismo de un péndulo. El proceso de acceso y puesta en marcha es siempre el mismo, totalmente seguro y va por unos pasos diferenciados:
- Primero nos acercamos a la puerta, apretamos un botón y un pequeño puente levadizo pasa de estar vertical a horizontal permitiéndonos acceder a la góndola. En ella pueden caber hasta 4 personas adultas (distribuidas en 2 y 2).
- Una vez dentro de la góndola nos encajamos una lapbar con dos tiras de lona que hacen las veces de cierre de la góndola. En el interior de la góndola hay una seta roja que al apretarla eleva el puente levadizo y lo situa en vertical, separándolo de la góndola. En este punto estamos listos para empezar el ciclo.
- Un cordón cuelga del techo de la góndola, estirándolo ordenamos a un motor, situado en el eje que sustenta la góndola, que gire el brazo levemente, provocando un ligero balanceo del mismo. Este proceso para automáticamente cada pocos segundos, me imagino que por una especie de limitador de la fuerza que pueda generar el motor. Esto provoca un efecto similar al de un columpio, en el que nos vamos elevando cada vez más conforme vamos balanceándonos.
- Hay que estirar la cuerda en cada balanceo para ir adquiriendo más velocidad en cada ida y venida hasta que la góndola adquiere un máximo de unos 95º respecto al suelo y una altura final de algo más de 6 metros. Las lapbar en este caso nos protegen de salir volando.
- Cuando el motor llega a un sensor de altura o fuerza la góndola va parando muy lentamente hasta frenar del todo, el puente elevadizo vuelve a ponerse en horizontal y la lapbar se abre dejándonos abandonar la ride.
Efectivamente, poca broma con esto. La altura y las fuerzas que se pueden experimentar en esta ride son más que considerables, convirtiéndola oficialmente en una buena máquina tanto de generar airtimes demenciales como de cierto mareo (pensad que superamos el ángulo recto en ella).
Semejante invento es producto de la empresa alemana Heege Freizeittechnik, cuyo negocio y distribución es casi exclusivo de Alemania, Francia o Austria pero que en España la podemos encontrar como creadora de la torre de caída controlada El Salto de Blas, en SésamoAventura (PortAventura). Es el único producto que Heege ha vendido por aquí.
Esta empresa se especializa en rides de auto-gestión con bajo attendance que permiten que los parques puedan añadir una ride a su catálogo sin necesidad de un ride-op que la controle, algo que en Funny-World es casi una constante ya que su treintena de rides cumplen casi todas con esta especificación.
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Tiene pinta de ser bastante entretenido y la pregunta es....quien no quiere uno en su jardin?? a mi con las barcas esas que saltan ya me han ganado!
ResponderEliminarPues la verdad es que si estas empresas tienen negocio es precisamente por eso, porque no solo venden a parques sino que también ofrecen material de este tipo para particulares. Los precios no son tan tan elevados como podrían ser los de una ride compleja y además si es una propiedad cercana a fábrica, los costes de transporte son muchísimo menores.
ResponderEliminarDebo reconocer que pese a su apariencia, me hice un poco de popó al montar. Cuando llegabas a los 90º una sensación de "esto se rompe" era inevitable.
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