miércoles, 2 de julio de 2014

Bitácoras desde Inglaterra (parte 4)

Morning!

Cruzamos en estos momentos el ecuador del RollerCoaster Team Tour de este 2014 a través de esta nueva bitácora donde veremos la estancia en un pueblo muy conocido por los miembros más veteranos, así como por todos aquellos y aquellas entusiastas de los parques de atracciones ya que Blackpool Pleasure Beach es todo un clásico que deja huella en todo aquél que lo visita.

A primera hora de la mañana, con un sueño más o menos reparador gracias al hostal en el que nos alojamos, de manera improvisada, la noche anterior, nos plantamos en las puertas de Blackpool Pleasure Beach para adquirir nuestros tickets, entradas, planos y pulseritas (ya que este parque funciona escaneando la pulsera en los tornos de acceso a cada ride/coaster):

Blackpool es famosa por la cantidad y el carisma de sus credits, así que ni cortos ni perezosos nos plantamos frente al credit favorito de infinidad de entusiastas por ser la única wild mouse de madera que resiste al tiempo en el continente europeo y una de las muy pocas existentes en el mundo. Un credit que gana fanáticos con el paso del tiempo y que, digan lo que digan, resistirá años y años al paso del tiempo:
 Justo al lado un marinero con un extremo poder de seducción (o abdominales, ahora no recuerdo), consiguió persuadirnos para adentrarnos en una de las rides con más historia del parque, un auténtico lujo repleto de secretos en forma de dioramas y ambientaciones con escenas, podríamos decir, políticamente incorrectas. Hablo de River Caves, una dark ride con recorrido mediante barcas:
 En cuyo interior podemos adentrarnos en preciosas galerías de hielo azulado:
 O podemos descubrir el interior de magníficos templos egipcios:
 Asombrados y maravillados tras el final splash de River Caves, decidimos catar el poder de otro de esos credits que dejan huella, la genial Grand National, que nada tiene que envidiar a muchas dueling racers del mundo que adolecen de una conservación sensiblemente inferior a la que se ofrece en esta joya de colores rojos y azules. Si os fijáis bien, veréis a Ciriliox y Jaumet en primera fila en el tren azul:
 Cambio radical y traslado a la otra punta del parque (recorrido no demasiado difícil de realizar dado los discretos tamaños y longitudes de los senderos y calles de este pintoresco parque británico). Allí es donde localizamos otra de esas maravillas que, en esta ocasión sí, se torna única en el mundo tras haber visto caer el resto de hermanas y que conocemos como Steeple Chase:
Con únicamente dos carriles en servicio (operativa que siempre he visto igual en las 4 ocasiones que he puesto pie en el parque) se consolidó como una divertida opción en el caso de viajar en grupos o parejas, ya que la carrera y las risas están aseguradas desde el primer pre-drop.

Justo enfrente de la colorida Steeple Chase nos topamos con el auténtico coloso de Blackpool, erigida en auténtico acero y luchando año tras año por conservar una altura digna de corte de respiración, la genial Big One se nos presentaba con un intenso rojo anaranjado y una estación de exquisito diseño a medio camino entre el victoriano y la arquitectura contemporánea. ¿El drop? Absolutamente genial, así como el resto de su layout, exquisito y suave:
 Al salir de la intensidad y velocidad del gigante de Arrow Dynamics tuvimos tiempo de mezclarnos con habitantes del parque y sacarnos fotos... ehm... respetuosas:
 Tiempo de dar al estómago lo que este, de una manera ruidosa, nos pedía: comer. Y qué manera más sorprendente y a la vez inesperada de hacerlo que mediante un local del que ya os hablé en el blog tiempo atrás, que en esta ocasión ha sido trasladado y restaurado al mismo pie de la nonagenaria Big Dipper. Comimos aquí, claro:
 Ya en su momento os hablaré más a fondo de este restaurante, donde podemos encontrar una muestra interesantísima de material extinto en el parque y transformado en murales, mesas y asientos.

Tiempo de digestión, tiempo de catar la mítica Ghost Train, la dark ride británica más antigua del país, con más de 80 años a las espaldas y otorgando sustos y juegos con luces de gran calidad, además de un drop como el que véis a la derecha en la fotografía y que Jaumet observó sorprendido tal que así:
 Y si en Blackpool pudimos encontrar un restaurado restaurante Coasters, allí también pudimos localizar al irremplazable Laughing Man del que también os hablé aquí en el blog, inundando el entorno con sus carcajadas enlatadas y acompañado de su inseparable payasito diabólico:
 Tras la nostalgia, nada mejor que un buen chapuzón. Y en estos menesteres Blackpool no es un parque que ofrezca demasiadas alternativas (por aquello de que en Reino Unido es terriblemente fácil mojarse con sus persistentes lluvias) pero para pocas que ofrece, son magistrales. Quien haya puesto pie en la playa del placer, conocerá y amará a partes iguales la gran Valhalla, muestra exquisita de los entornos y sensaciones que una mezcla de dark ride y flume puede ofrecer en un espacio ridículamente pequeño. Un consejo os daré, equiparos con un buen chubasquero:
Y pese a que no llevéis chubasquero, nunca es demasiado tarde para acercarse a Flying Machines, a tan solo medio centenar de metros de la generadora de humedad vikinga. En Flying Machines, una de las rides más antiguas del parque costero británico, las góndolas dan un giro enorme peraltándose hasta unos cercanos 45 grados y adquiriendo una velocidad en el aire que, creedme, se nota hasta en el punto más cubierto del cuerpo. Aire y más aire, que os irá de fábula para secaros casi por completo:
Y aunque Blackpool nos ofreció decenas de momentazos, riddeadas míticas y un buen puñado de credits, es momento de ir poniendo el cierre a esta bitácora. A media tarde, justo cuando el parque cerraba sus puertas a eso de las 18:00 de la tarde (esto es Europa), nos dispusimos a partir no sin antes pasarnos por el South Pier (del que os hablé en la primera bitácora, cuando lo visitamos Calle y un servidor). En esta ocasión decidí pasarme del salado del Fish and Chips al dulce de las rosquillas caseras, hechas ante tus propias narices y el inconfundible sabor chispeante de la poderosa Irn Bru:
Tras esto, viaje en coche hacia el sud, adentrándonos en el interior y dejando atrás la costa, rumbo a los campos verdes y a los bosques densos británicos. Tiempo de oler a campiña. Tiempo de oler a coasters. Tiempo de oler al gran Alton Towers.


See you!

2 comentarios:

  1. Yo ya te lo dije. Un trocito de corazón se quedó en "la playa del placer" de Blackpool, que mejor regalo que disfrutar de tan magistral parque con un sol de órdago.

    He de decir que probablemente el trozo de corazón lo encontrareis dentro del Valhalla posiblemente cerquita del León helado a -20ºC. Un lujo además recorrer el parque con dos CoastersPedia como vosotros.

    Venga! que queda un parque y (una? o dos?) bitácoras.

    Jaumet

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  2. Oh! No puede ser, hace nada que volvimos y ya estoy deseando volver a pisar PLEASURE BEACH. La otra vez que estuvimos me gustó, pero esta vez la he redescubierto y me he enamorado. El parque, la sordidez del entorno, los pubs, la decrepitud... y esta magia que va tan buscada y que en contadísimos parques se respira: Blackpool, Hersheypark y pocos más que yo haya conocido. La sensación de estar en una megaferia y con una intensidad visual que te bombardea estés donde estés. No descarto ir "a menudo" a la playa del placer, Birmingham y venga.

    La bitácora resume perfectamente todo este aluvión de sensaciones, aunque los post-parques también son dignos merecedores de un repaso. De las rosquillas al fish and chips y los malévolos megasalones recreativos.

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