Sin más pretensión que admirar y contemplar algo que solemos pasar mucho por alto pero que vale la pena observar al máximo detalle. Vamos allá con esta segunda entrega:
Y es que quien haya tenido la fortuna de probar una Schwarzkopf sabe bien de su tremenda suavidad, de su perfección en el trazado de tramos, de su genial destreza a la hora de resolver elementos que desde fuera se nos antojan por imposibles. Schwarzkopf se obsesionaba por las curvas milimétricamente medidas, por los peraltes con una inclinación de grados y medios grados. Coqueteaba día sí, día también con algo tan huidizo como el heartline.
De ahí que cuando tuve la oportunidad de asombarme a ver de bien cerca el drop de Vertigo, en Zoomarine (Italia), no dejé escapar la oportunidad de inmortalizarlo en una bella instantánea que nos muestra la longevidad en forma de óxido en algunas partes del acero, la vida que corre tras este valiosísimo credit y, a su vez, la increíble belleza que guarda en cada unión, en cada soporte, en cada soldadura.
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